Deco lo dejó claro y sin rodeos: Marcus Rashford era una necesidad táctica. No se trata de un capricho de mercado, sino de una pieza que encaja en varias posiciones y que multiplica las vías de ataque del Barcelona. Con el inglés, el equipo gana profundidad por la izquierda, una amenaza real al espacio y la posibilidad de activar el perfil derecho sin cargar toda la responsabilidad sobre Lamine Yamal y Raphinha. El mensaje del director deportivo fue transparente: “Necesitábamos a Marcus Rashford porque nos da opciones en la izquierda, en profundidad o incluso en la derecha, para no depender por completo de Lamine y Raphinha.”

El impacto de Rashford se entiende mejor en el contexto del plan de Hansi Flick. El técnico pide verticalidad con criterio: presión alta, robo tras pérdida y transiciones limpias que castiguen a las defensas abiertas. Ahí, la zancada y lectura del desmarque de Rashford marcan diferencias. Puede fijar al lateral por fuera, atacar medio espacio como falso extremo o entrar como punta cuando el juego lo reclama. Su presencia obliga a los rivales a bascular con más cautela y libera metros para los interiores creativos.

Además, su versatilidad posicional reduce la previsibilidad del Barça. Con Rashford en el XI, Flick puede alternar 4-3-3 y 4-2-3-1 sin romper automatismos: el inglés estira en largo, amenaza a la espalda y también rompe por dentro si el lateral propio gana altura. El beneficio colateral es evidente: Lamine puede recibir más descansado —y más cerca del área—, Raphinha encuentra mejores emparejamientos y los laterales tienen líneas de pase más claras. El resultado: menos ataques forzados, más fluidez y más gol.

Otra capa clave es la gestión de cargas. Con un calendario que exprime a los extremos, tener a Rashford como alternativa real en ambas bandas evita la Rashford-dependencia y, al mismo tiempo, la Lamine/Raphinha-dependencia. La rotación deja de ser un parche para convertirse en ventaja competitiva: minutos de calidad, picos de forma sostenidos y menos riesgo de lesiones musculares por sobreuso.

Rashford también aporta intensidad en la primera presión. Su lectura del salto sobre el central y la coordinación con el interior del lado fuerte aceleran los robos altos, un sello que Flick quiere convertir en rutina. Si el Barça recupera arriba, Rashford transforma el robo en ocasión con dos apoyos: control orientado y ruptura, o pared rápida para finalizar en diagonal. Eficacia y colmillo en pocos toques.

En definitiva, la operación no solo ensancha el repertorio ofensivo, sino que equilibra responsabilidades. El Barcelona gana un atacante autosuficiente, capaz de crear, ejecutar y atraer marcas. Y eso, en partidos cerrados, es oro: una chispa para abrir el marcador, un desmarque que estira líneas o una diagonal que obliga a recomponer al rival.

El plan está claro: menos dependencia de individualidades, más sinfonía colectiva. Rashford no llega para apagar fuegos; llega para que el equipo arda en el momento preciso.

Sezione: Primer equipo / Data: Lun 20 octubre 2025 a las 15:00
Autore: Stefano Bentivogli
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